A ambos lados de la carretera que atraviesa la localidad de Cristalina, en el estado brasileño de Goiás, miles de pequeños arbustos con colgajos blancos invaden el paisaje, interrumpiendo secuencias de soja y maíz.
El cultivo, que en la distancia parece cubierto de nieve, es parte de una revolución silenciosa en el agro brasileño: el algodón genera una de las mayores cadenas productivas del país y está apostando por una transición hacia un modelo sustentable, para hacer frente a consumidores cada vez más exigentes.
“El público cambió. Las personas ya no quieren consumir productos que no respetan los ciclos de la naturaleza”, dice a la AFP Cristina Schetino, entomóloga y profesora de la Universidad de Brasilia (UNB) especializada en el cultivo de algodón.
Brasil es el segundo mayor exportador de algodón del mundo detrás de Estados Unidos, y el mayor productor de esta fibra reconocido por un sello que lo considera “sustentable”, aunque no orgánico, debido a un uso todavía extendido de pesticidas, que han comenzado a reemplazarse por mecanismos defensivos biológicos.
“Todavía se depende de productos químicos, con un impacto desde el punto de vista ambiental”, resume la profesora, quien en una hacienda de la UNB investiga alternativas para el control de plagas del algodón.
En la última cosecha, la Asociación Brasileña de Productores de Algodón (Abrapa) reportó que un 34% de los pesticidas químicos fueron sustituidos por productos biológicos.
El algodón sigue siendo sin embargo uno de los cultivos con mayor uso de agrotóxicos, más del doble por hectárea que la soja.
Schetino cita entre los motivos las plagas de gorgojo, un insecto que se alimenta de los brotes del arbusto de algodón, y un déficit de productos biológicos para combatirlo.
Mejorar la imagen
El 84% de la producción brasileña de algodón cuenta con el sello internacional Better Cotton Initiative (BCI, Iniciativa para un Mejor Algodón) que reconoce, entre otras cosas, la reducción en el uso de pesticidas y un uso moderado del agua.
La industria intenta mejorar la imagen del país en el exterior, asociada a prácticas depredadoras de la naturaleza -especialmente en la Amazonía desde que el ultraderechista Jair Bolsonaro asumió la presidencia en 2019-, y la del sector algodonero, con un historial de trabajo esclavo y uso de pesticidas a gran escala.
En 2005 la Abrapa comenzó a formar a productores e introdujo protocolos de buenas prácticas, como un uso eficiente del agua y un menor recurso a pesticidas, y el reemplazo paulatino de fertilizantes químicos por biológicos.
“Al principio, el agricultor tiende a buscar el lucro. Superada esa etapa, (…) es consciente de que siendo sustentable tiene un mercado garantizado”, explica Marcio Portocarreiro, director ejecutivo de Abrapa.
En 2012, esas prácticas fueron cristalizadas en la creación del protocolo Algodón Brasileño Responsable (ABR), certificado complementario al BCI.
Los productores brasileños están recurriendo cada vez más a drones para pulverizar pesticidas de forma más eficiente y con menor impacto ambiental. También se ha introducido un programa de rastreo o trazabilidad, en alianza con marcas de ropa brasileñas, que permite a los consumidores seguir la ruta desde la obtención de la pluma en el campo hasta la confección de indumentaria.
“Vendido”
La Hacienda Pamplona, en Cristalina, a 130 kilómetros de la capital, Brasilia, es una de las mayores del país y exponente del ABR.
Con más de 27.000 hectáreas plantadas, la propiedad, explotada por la empresa SLC Agrícola, parece una pequeña urbe en medio del campo.
Un espacio para fiestas, un parque con juegos para niños, una cancha de fútbol y otra polideportiva acompañan un sector de viviendas para empleados: una forma de dar confort a la plantilla y beneficiarse de una baja rotatividad, explica Diego Goldschmidt, coordinador de producción de Pamplona.
Goldschmidt está parado de espaldas a dos enormes fardos de algodón, empaquetados e identificados con códigos QR que proporcionan información sobre la cosecha.
“Ya están vendidos”, se jacta el coordinador de la hacienda, que exporta el 99% de su producción, de más de 600.000 toneladas en 2021.
En el mundo, el algodón sustentable se vende hasta un 10% más caro que el convencional en el mercado.
“Además de hacer lo correcto por la sociedad y el medioambiente, se agrega valor”, explica Goldschmidt.
Una meta ambiciosa
En Brasil se cultivan aproximadamente 1,6 millones de hectáreas de algodón para una producción de casi 2,4 millones de toneladas en la última cosecha.
China, Vietnam, Paquistán y Turquía son los principales compradores de esta materia destinada esencialmente a la industria textil.
Tras haber multiplicado por 15 el volumen de exportación en los últimos 20 años, la Abrapa trabaja con la ambiciosa meta de convertir a Brasil en el mayor exportador en 2030.
En ese camino, Goldschmidt confía en que si el país “todavía no está bien visto” desde el punto de vista medioambiental “llegará un momento en que lo será”.